miércoles, 25 de mayo de 2016

Cristales rotos



Soledad. Diálogo sesgado que se hace imposible.

Las cicatrices nos dan lumbre con una cerilla sin dejar de mirarnos.

La cicatriz es un dibujo a tinta un poco siniestro.

La cicatriz es buscarte en aquel club con música, en el gran espejo donde se reflejan las bailarinas.

Los amores fatales esconden la barbilla entre el cuello de piel del abrigo.

Los silenciosos y visibles me tachan de yoísta, me ven como alguien cuyo idioma es el ego, pero no es eso.

Lo perdido es un pájaro negro.

El buen escritor fuerza el lenguaje.

Yo soy yo y mi gata.

Haré calquier cosa por ti, incluso ser la música de un piano clausurado.

Pensar que te necesito es abrazarte, vestidos los dos, como un maniquí de escaparate, buscando la desnudez de la piel.

Antes de conocer el prestigio de tu hermetismo, de tu distanciamiento, vete a lo ajeno.

Amar. Mascullar el placer.

Bosque. Lugar en el que una única y múltiple mujer gime y te devora.

Las que no son tú tienen melancolía sin imaginación.

Lo primero que me encuentro al abrir "Trópico de Capricornio", de Henry Miller es esta joya: "Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, incluso en pleno caos" Una vez que encuentras el amor todo es digno, delicado, afilado, elegante, hambriento, pienso yo.

Nada me gusta más que mirar a la mujer de muslos gloriosos y observar que es congénitamente plural.

Solo me enamora lo que me mira sin verme.

Una habitación puede ser muy espaciosa: puede tener mucho dolor, mucho cansancio, mucho refugio, mucha muerte de la polilla.

Veracísima ignorancia que nos trae momentos de lucidez y espanto.

Que te dejen de amar es que una muchacha haga camino hacia ti desde su lejanía infinita.

Su mano en la mía esconde qué.


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