martes, 29 de noviembre de 2016

al calor del hogar


Poemas carnales
llegan a mi pequeño piso,
cantan para mí,
desentonan un poco tal vez,
pero cantan.
Cantan como sobre una cuerda,
y soy el peor
enemigo de mí mismo.

Poemas efímeros, quisieran
cantar mejor,
más melodiosamente,
pero entonces quizás
no hubiera accedido
nunca
a escucharlos.
He oído cantan a los otros
y me han dejado
frío.
Eran demasiado bellos
o no lo bastante.

Poemas visionarios `por doquier
oyen un rugido cuando los demás
oyen un chirrido.
Requieren una silla
en que sentarse
y un poco de aislamiento.
¿De dónde salen estos tipos?
¿Quiénes son?
Quiero darles un abrazo.




Y ya


Qué yo entero transparente
qué axila transparente
qué sed transparente
enramadas interiores transparentes
hilos y linfas transparentes
rectángulo de tiniebla
transparente
los contornos transparentes
mis piernas envueltas
en las de la muchacha transparentes
con una presión cálida,
humana,
qué cosas subversivas transparentes,
qué muslos claros de niña
transparentes,
qué personalidad desnuda
fresca, tensa, transparente
y ya.


Solo un amor


Mi amor puede encontrarme.
Es un lapicero de color.
Es una gata que me demuestra
su amor mediante el hambre.
Mi amor marcha
disimula
penetra
quiere.
Su mano es profesional y fugaz.
Sus ojos quieren verme ahora mismo.
Hay algo perfecto en su fuego,
en su hoguera de lluvia.
Me siento mucho mejor con ella
es dialogante sin ponerme en duda.
Sus caricias salen de una relación
que había ido mal.
Su belleza es ir desnuda y recordarme
lo que de verdad lleva puesto.
No me asusta con sus marcados ademanes
de poeta maldita, es confortable
su dulce ternura.
Anda con pies de plomo por algún tiempo,
se va a las cavernas
de la epistemología, a los arcanos
de Freud y Stekel.
Dentro de unos minutos se sentará
a escribir su último libro
para esperarme al final de los tiempos.
Su boca de carmín se pega a mis labios.
Es mi amor que puede encontrarme.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Quién


¿Qué damisela toca legañosa
el adagio de la sonata Pathétique?
¿Qué damisela se afila los dientes
y cultiva su gruñido?

¿Qué belleza asombrosa
y al mismo tiempo monstruosa
me ofrece sus cenizas
para llevarlas al mar y espacerlas?

¿Quién me deja como Homero
tan ciego en la anticuada tiniebla
cuando empieza a sonar la música?

¿Qué diosa de rubor intelectual
me hurga con un puñalito
el cráneo para buscar placer?


martes, 22 de noviembre de 2016

Hola, doctora Bogner


Rebosantes de energía, estaban todos
en mi primera charla con
la doctora Bogner.
Hesse, Baudelaire, André Maurois,
Antonin Artaud, Freud, Cioran y
Henry Miller
poniendo
un colchón
en el suelo
del
pasillo.

"Escucha", dijo la doctora Bogner ¿por qué vives
por y para ellos?"

"Ellos no resultan destructivos
para mí", dijé.

"Te asfixian", dice la doctora Bogner.

"¿Cómo podría nadie llegar a cansarse
de ellos",
dije.

"Te disfrazas", dijo
la doctora.

"No lo sé", dije.

Entonces la extraña
e inexplicable
Alejandra Pizarnik
entró por
la puerta,
clavé mis ojos en ella .
Por un momento sentí pánico.
No sabía qué decirle.
Me gustaría haberle dicho:
"Oiga, Alejandra,
creo que es usted hermosa...
creo
que es
usted maravillosa.

"Es una escritora pretenciosa",
de eso no hay duda dijo la
doctora Bogner.

Se levantó de su silla
como si estuviera asustada y
alborozada
a un tiempo.

"Hay un hombre con una gato",
dijo algo "de las tentativas
de agotar un lugar parisino".

"Es Georges Perec,,
dije.

"Él sabe cómo hacer
que las lágrimas
acudan a mis ojos
en el
momento
oportuno", murmuré
sonrojándome
violentamente.

"¿Quieres ser como ellos?",
preguntó la doctora Bogner.

"Exactamente", dije.

"Te hacen débil
y yaces
como un animal
en hibernación
como
un animal
que se hace el muerto".

"¿Qué?".

Lo que podría llamar mi yo
parecía apuñalarse, agrietarse,
escapar de los límites
que yo
quería.

El psicoanálisis
es un tratamiento
de choque que
nos lleva de nuevo
a elementos reparables
para reconstruir la personalidad,
y encontrar la herida original.
Pero a mí eso solo
me sucedía
con mis pupilos
fulgurantes.

"Me gustaría salir de aquí"
le dije
a Alejandra Pizarnik
con voz débil
como si
no quisiera
seguir
con
aquella
tortura
autoimpuesta.

La doctora Bogner ya estaba
acabando
con mi paciencia
como una auténtica avalancha.
Gritaba: ¡Necesitas
discutir
la identidad!
¡Necesitas esto!.
¡Necesitas lo otro!.
¡NECESITAS!. ¡NECESITAS!. ¡NECESITAS!.

Salimos
despacio,
muy despacio,
con una expresión
de sobresalto, de susto
en los ojos.
"¿No tienes miedo
de que los pájaros vuelen y
se marchen?", inquirí
cautelosamente
a la autora
de Extracción de la piedra de la locura.

"No, siempre vuelo yo primero y ellos
me siguen", me dijo.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Leyendo a Gimferrer



Leo, inocente y diabólico, a Gimferrer.
"Dame en estas manos
el árbol rojo de la juventud".
Y ahora me pregunto por qué
he conocido a una chica con cara de ave,
por qué me siento abrigado en sus alas frías.
¿Musa? / águila que desciende, sus ojos
me esperan al final de los tiempos.