sábado, 20 de agosto de 2016

El vuelo de Henry Miller



Henry Miller, ya sabes, viene a verme
tedioso, riente, invariable y con el cuerpo etéreo.
Viene de apuñalar caballos al azar
en el callejón,
de subir un edificio alto,
como una mosca,
de volar con alas auténticas,
volar y volar y volar
recorriendo Weehawken, Hobooken,
Hackensack, Bergen Beach,
en un abrir y cerrar de ojos.
Él clava cuchillos en todas las partes
de su cuerpo.
Si le disparan con una automática,
las balas se desvían y hacen tat-tat-tat
contra la pared.
Me dice
que es un metafísico de la especie
instintivista.
Luego se va jubiloso y feroz.
Qué difícil el salto de la vida
a la muerte,
de la muerte a la vida,
qué cruento portazo
cuando Henry Miller se esfuma
convertido en un auténtico esquizerino.

viernes, 19 de agosto de 2016

La gata


La gata en su territorio aislado
ferocidad que observa los alrededores
con el rabillo del ojo.
La gata salta edificio colosal
cae sobre el silencio o sobre la grieta
del filósofo.
La gata desahuciada de la gente
unos ojos al abordaje
fluyendo sin trabas.
La gata -con ojos-
¿cómo no puede dormir?
Cuanto más la rehuyo
más se apega a mí.
Le debo la locura
demasiado sensata, demasiado trivial.
Si amo a la gata parece arrimarse
un poco,
ronronea despacio,
acaricia mis palabras,
se pasea lánguidamente
usando de nuevo sus ojos eficazmente
gata atroz con cara inocente
y chantaje de la nada
gata atroz sin garras criminales.
Y sus andares lo borran todo
salvo la página del insomnio.