martes, 25 de abril de 2017

El coche


Si tuviera un coche sin problemas de dirección
me iría a buscar a Hembra Callejera
que vaga sin razón alguna
escondida en la oscuridad.


Se me pegarían los instintos de un animal
sometiendo todo
al deseo de vivir.

Ella vendría por una rendija del callejón
para convertirse en la eterna viajera
y escucharme recitar al barbudo Whitman
ilustre e incorregible.

No abandonaríamos el auto en el arcén
donde se ponen emotivos Lobos Crueles
aullando con ojos enrojecidos
ni atropellaríamos corzas desprevenidas
en noches de insomnio.

Sobre ruedas! Sobre ruedas! Sobre ruedas!
nos preguntaríamos cuánta gente
de la ciudad sería desdichada
nos iríamos de casa
por no soportar la vida en el hogar.

Esta mañana, en un estado desastroso, recordé
a Hembra Callejera que besó mi mejilla
justo después de una ruptura sentimental
con qué facilidad se pierden las cosas
no se pueden conservar en el noventa y ocho por ciento.
Repaso los asuntos del mundo
y llevo preciosas bombas a bares atestados.
Aquella Hembra fiera y hermosa
me seguía desde el Bosque o la Calle
y dejé que se perdiera en el viento

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